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domingo, 13 de diciembre de 2009

Las Marianas de blanco

LAS MARIANAS DE BLANCO

Por : Miguel Sigler Amaya, ex-prisionero político, desterrado en Estados Unidos de Norte-América, TL. 786-768-4428

Todos aquellos que anunciaban que Raúl Castro traería nuevas ideas en cuanto a reformas y cambios, devinieron falsos profetas. Que el general sea más sentimental que su hermano Fidel, de carácter familiar no significó mucho. Los que esperaban, casi con seguridad, la existencia de un antes y un después a raíz del Concierto de Juanes y compañía, hoy diez de diciembre, día mundial de los DERECHOS HUMANOS, han recibido una fortísima bofetada sin manos.

Precisamente al cumplirse el 61 aniversario del enunciado de la carta Universal de los Derechos Humanos en 1948, signada por Cuba en el primer instante y ratificada después por el gobierno de los hermanos Castro, los hechos ocurridos en la Isla contradicen el espíritu de ese acuerdo.

La ola criminal de violencia desatada contra un grupo de mujeres indefensas, pacíficas, vestidas de blanco, enarbolando flores y ejemplares de la declaración Universal de los Derechos Humanos, mientras caminaban por calles de la capital cubana pidiendo la libertad incondicional se sus seres queridos, resultó un boomerang para los que dicen que en Cuba se respetan esos derechos.

La importante jornada dedicada a todos los hombres y mujeres del mundo, fue celebrada en Cuba de manera incivilizada, con actos de repudio dirigidos por la policía política del régimen y muchedumbres que transpiraban cobardía, crueldad y bajos instintos. Que a personas indefensas, mujeres la mayoría, hayan sido enfrentadas con individuos corpulentos, que apenas merecen ser llamados hombres, simplemente es un acto monstruoso. Los que se prestaron a este trabajo sucio sin escrúpulos y anti-humanos, han contribuido a denigrar la imagen legada por generaciones de cubanos dignos.

Los que hablan de Paz y Concordia en la Cuba actual han quedado ridiculizados con estas acciones protagonizadas por un grupúsculo de intolerantes a las órdenes del régimen totalitario. Aquí se pusieron en evidencia del tipo de paz de la que ellos hablan. La que no podemos buscar los que somos parte de ese pueblo. No existe para los que integran las organizaciones de oposición interna. Es imposible buscarla en las celdas donde están confinados centenares de presos políticos. Tampoco parece posible en el destierro que viven millones de cubanos desperdigados por el planeta.

Pero no ha podido la dictadura privarnos de otra paz. La que nos llena como pueblo pacífico. La que nos colma de bondad el corazón y nos libra de odios y rencores. La que nos hace libres aún en las cárceles. Esa paz que se vislumbraba en el rostro de un pequeño grupo de mujeres, a diferencia del odio que oscurecía el de sus victimarios. Son estos últimos los verdaderos esclavos de un sistema que se define comunista y que por casi medio siglo tiene al pueblo privado de libertad, fusilando, masacrando y encarcelando por decenas a hombres por el solo hecho escribir, pensar y hablar.

Hay que tener valor y llamar las cosas por sus nombres, para no convertirse en cómplices, sea por intención, condicionamiento de intereses viles o chantaje del sistema. Una vez más quedó destrozada ante los ojos del mundo la campaña que desde hace años vienen haciendo gobiernos, organizaciones y personalidades de algunos países a favor del régimen comunista de La Habana. Por encima de este apoyo a la maldad, triunfa de manera singular la vergüenza, moral y dignidad de las DAMAS DE BLANCO, vivo ejemplo de dignas herederas de Mariana Grajales. Ellas prestigian nuestro tiempo. Ellas son fuente de dignidad y valor para todos los presos políticos cubanos. Contra estas mujeres no hizo mella la gritería de los vándalos, anclados en el pantano de la historia. Nada les hará retroceder o amedrentar, como repetidamente ha afirmado Laura Pollán, una de las fundadoras del grupo.

Los hechos han hablado por sí solos una vez más. Estos actos de repudio que sufrieron Las Damas de Blanco resulta la prueba evidente de que el gobierno castrista es un violador consumado de los DERECHOS FUNDAMENTALES DE LOS CUBANOS.

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